Un día llegó Jaimito de la escuela, y encontró a su mascota; un pequeño pollito tirado en el suelo con las patas apuntando al cielo. Cuando llegó su padre, le dijo que el pollito estaba muerto, y que sus patitas estaban apuntando a Dios; con el que ya se había reunido. Jaimito se quedó tranquilo con esta explicación, y enterró a su mascotita.
Una semana después, el papá llegó del trabajo, y Jaimito corrió hacia él diciéndole:
-Papá, casi perdimos a mamá!
-Pero que dices hijo!
-Si papá, cuando llegué de la escuela mi mamá estaba acostada en su cama con las piernas abiertas apuntando al cielo, y gritando “¡Dios mío!”.
Si no fuera por el jardinero que estaba encima de ella deteniéndola, seguro se nos iba!